miércoles, 14 de enero de 2015

Libertad o interferencia

Las ondas de probabilidades de cumplir con algo que se esperaba o no son, de hecho, predecibles por el propio cerebro para determinar qué acción se llevará a cabo y en qué orden y cuáles tendrán su repercusión en el pasado o futuro. Sí, ya que cualquier hecho -evidentemente- que suceda en el pasado afectará al futuro, pero no lo es tanto como pueda suceder al revés.
Las cosas suceden "como tendrían" que suceder. He oído esa frase muchas veces y me asusta mucho más que el principio del Karma que tan científico puede parecer como el simple hecho de que acciones -o pensamientos- positivos hará que te sucedan buenas cosas y lo mismo con los negativos... aunque a veces se tome su tiempo para poner las cosas en su lugar.
Es más, yo diría que las acciones del pasado interfieren menos -o nada- con el futuro ya que -en su mayoría- han sido premeditadas o pensadas por lo que dejamos el tema del libre albedrío a parte. Todos tenemos un objetivo, un destino, una idea de nosotros mismos e información que queremos compartir o porque sabemos hacerlo o porque se nos da bien transmitir chistes, órdenes, imágenes o ideas... cualquier persona vale, y esto es aplicable a todos. Incluso para los grupos que se conocen, las acciones que pueden hacer son más o menos previsibles y cómo el decidir A o B, sí o no, una cosa u otra está infinitas veces más predeterminado que nada. Aunque hasta el no hacer nada va con una persona tranquila que no necesita a nadie. Pero todos, de una forma u otra más o menos consciente estamos dados a navegar en ese mar de dudas y libertad que son las ondas de probabilidad que cuánticamente nos rigen.
Sin embargo, un servidor defiende más el hecho de lo que se rodea en sí -al rededor de la partícula- que la probabilidad que hay... ya que si está predeterminada es seguro dónde se encontrará.
Hay un cúmulo de ecuaciones -eso sí- que provocan interferencias entre lo que somos y lo que hacemos y fluctúan todas siempre en el mismo punto donde la libertad no deja de ser más que un camino donde podemos elegir llegar por una dirección u otra a un punto previamente marcado desde el inicio de la proyección y la trayectoria a seguir, que no sería más que el tiempo relativo que rige cada situación y a cada persona a la vez.
Una acción tiene su reacción o su respuesta de forma inmediata, sobretodo cuando se conoce tanto la parte contestante como la emisora y que, normalmente, sucede lo que se imaginaba que se esperaría que pasara y, cuando no, pues seguramente resulte algo de lo más cómico como pueda ser la espontaneidad.